El conflicto de los Gracos
Los Gracos eran dos hermanos de ideas avanzadas que, como Tribunos de la Plebe y en defensa de sus intereses, reclamaban una reforma agraria: la distribución gratuita de tierras entre los ciudadanos más pobres de Roma, en perjuicio de los todopoderosos terratenientes.Los dos fueron asesinados. El mayor, el mismo día en que acababa su mandato de Tribuno, pues los Tribunos de la Plebe –como dijimos- eran sagrados e inviolables. Con el hermano menor, sin embargo, ni siquiera esperaron a que expirara su mandato.
La crisis del siglo I a.C.
La muerte violenta de los Gracos dio comienzo al siglo I a.C., el más terrible y convulso de la Historia de Roma. Durante ese siglo, Roma se desangró en interminables Guerras Civiles, cuya causa era precisamente su poder y sus inmensos dominios.
Las
instituciones Republicanas, que habían servido para gobernar la
ciudad durante 500 años y la habían conducido a la conquista del
Mediterráneo, eran insuficientes para administrar sus posesiones.
Los
romanos habían dispuesto sus leyes para evitar que un solo hombre
ostentara el poder absoluto, pero los generales romanos se habían
vuelto demasiado poderosos. Apoyados en sus legiones y en los
recursos de las provincias que gobernaban, pugnaban entre sí para
hacerse con el poder en solitario. Primero Mario y Sila, después
Julio César y Pompeyo, sumieron el Mediterráneo en un baño de
sangre.
La obra de Julio César
Al final de este periodo convulso destaca la figura gigantesca de Julio César, que consiguió concentrar en su mano todos los poderes políticos de forma indefinida. Pero Roma, orgullosa de su tradición republicana, no estaba madura para semejante cambio, y Julio César fue asesinado por un nutrido grupo de senadores en el año 44 a.C.La sucesión de Julio César
Ante la muerte de julio ceasar este adoptaba a título póstumo y dejaba como único heredero al joven Cayo Octavio (conocido después como Augusto).A continuacion la fecha para el comienzo del Imperio suele fijarse en el año 27, momento en que el Senado le concede el título de Augusto, un calificativo de carácter religioso, que elevaba a su portador por encima del resto de los hombres. Éste también pasó a ser el nombre del octavo mes del año, aquel en el que había nacido el salvador de Roma.
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